Los números llegaron al despacho presidencial desde la Secretaría de Agricultura. Es un detallado informe sobre la cantidad de granos acopiada en los campos, en poder de los productores, a la espera de una modificación de las retenciones móviles. Aunque un grupo de transportistas haya anunciado el levantamiento del paro, la estimación oficial confirma que a los productores rurales les sobran espaldas e incentivos para continuar con el cese de la comercialización de la cosecha a la espera de definiciones que mejoren su rentabilidad. Veamos:# Actualmente, habría 64 millones de toneladas de granos en existencias en el país, con el siguiente detalle: 39,6 millones de soja, 13,5 millones de maíz, casi 3 millones de girasol y algo más de 8 millones de trigo. # Pero 29,6 millones estarían ya en poder de la exportación y la industria, mientras que poco más de 34 millones permanecerían “en propiedad del productor o acopio”.# Para ir al grano, en el cálculo más conservador de la Secretaría de Agricultura, tranqueras adentro, “se guardarían en silos bolsa 27,5 millones de toneladas de granos, que representan el 30% de la producción total” (93 millones de toneladas).# En el caso particular de la soja, durante los meses del conflicto se levantó casi la totalidad de la cosecha (47,2 millones de toneladas), de las cuales 39,6 millones todavía no fueron procesadas ni exportadas: 16,2 millones en manos de las cerealeras y de la industria, y casi 23,4 millones en poder del productor o acopio.# Para el Gobierno, en esas gigantes orugas blancas que se multiplican por los campos se acumulan casi 20 millones de toneladas de soja, el 42% de la cosecha. Una cuenta rápida para entender el valor de la producción de la que hablamos. Al precio FOB de la soja en puertos argentinos de ayer (543 dólares), los 20 millones de toneladas de soja embolsada son casi 10.900 millones de dólares que no ingresarán al país como liquidación de divisas de exportación hasta que los ruralistas decidan volver a comercializar. De esa cifra, los productores en realidad sólo recibirían poco más de 6.300 millones –precio FOB de exportación menos retenciones–, mientras que el resto se lo apropiaría el Estado en concepto de “derechos de exportación”. Dicho de otro modo: el Estado perdería de recaudar más de 4.000 millones de dólares por retenciones. El informe que recibió Cristina Fernández también destaca el tiempo prolongado durante el cual los productores pueden sentarse sobre la cosecha y lo relativamente barato de esa estrategia. “En promedio los granos pueden almacenarse sin grandes pérdidas de calidad durante doce meses en silos bolsa y cómo mínimo dieciocho meses en plantas de almacenamiento, aunque en buenas condiciones de almacenamiento podría durar varias campañas”, dice el documento. En el cálculo de Agricultura, “el costo por tonelada del silo bolsa, incluyendo el servicio de embolsado, asciende a 8,5 dólares”. Así, para una explotación de 500 toneladas de soja, el costo del amacenaje sería de 4.250 dólares. Para una de 100.000 toneladas (un establecimiento o un pool de siembra de más de 30 mil hectáreas), que se supone que por escala consigue mejores precios, no superaría los 850 mil dólares. En cualquier caso, es apenas el 2,7% del valor de la producción.Más allá de las urgencias financieras, en particular de los pequeños productores, en la ecuación costo/beneficio hay enormes incentivos para no soltar los granos a la espera de una cambio en la política oficial. Primero, la diferencia con el nivel anterior de retenciones es, a las cotizaciones actuales, superior a los 8 o 10 puntos. Segundo, hay analistas que aseguran que los precios récord de los cereales de los últimos días responden, entre otros factores, al lock out en la Argentina, y que, una vez que se levante, los valores caerían. Ayer nomás, la soja remontó casi 1,5 por ciento.ADN DE CRISIS. Desde mediados del año pasado, cuando estalló la crisis financiera interacional, los cálculos más conservadores arrojan que se “fugaron” del país 15 mil millones de dólares. En sólo dos meses, entre abril y mayo últimos, huyeron unos 4.500 millones de dólares. El politólogo Sergio Berenstein, en un análisis histórico, concluye que en la Argentina hay un ADN de crisis. En todas las crisis de las últimas tres décadas (Rodrigazo, tablita de Martínez de Hoz, las híper del final de Alfonsín y el comienzo de Menem, el derrumbe de la convertibilidad), la constante fue la huida del peso al dólar, en sectores medios y altos, como refugio del valor de los ahorros.Las fortalezas de la actual política económica marcan una quiebra respecto del pasado. Por lo pronto, según los cálculos que circulan entre los principales consultores de la City, un nivel equivalente de redolarización de carteras confluyó en un estrepitoso colapso en el pasado.Pero el Gobierno necesita cuanto antes restablecer la oferta de divisas del agro. En condiciones normales, en 2008 sobrarían los dólares en la Argentina. Con los precios internacionales de las materias primas en niveles récord, el superávit comercial (exceso de exportaciones sobre importaciones) rondará entre 12.000 a 13.000 millones de dólares. Hasta marzo, pese a la dolarización que desde agosto gatilló la crisis internacional, el Banco Central pudo continuar con la acumulación de reservas porque la oferta de dólares superó a una demanda en ascenso.En los últimos tres meses, el escenario cambió drásticamente. Los dólares “genuinos” de la exportación no ingresan en la cantidad necesaria para satisfacer el salto de la demanda, y el Banco Central vendió agresivamente reservas para disuadir a los grandes operadores (bancos y empresas de comercio exterior) y a los pequeños ahorristas de que el Gobierno no dejará que se escape la divisa. Con el Central que retira pesos del mercado (cuando vende dólares) y los bancos que suben las tasas que pagan a los depositantes a niveles superiores al 14% anual para tratar de retenerlos, el impacto en la economía real trasciende al parate en las economías regionales. Como se explicó en esta columna, es la política del enfriamiento que el matrimonio Kirchner siempre rechazó. La economía entró en una dinámica de la cual no es fácil salir: ¿cómo hacer para bajar las tasas de interés con una inflación real del 25% anual? Hay quienes piensan que con el enfriamiento del consumo podrían aminorar las presiones inflacionarias. Pero, teniendo en cuenta el ADN de los argentinos, ¿alguien recuerda una época reciente en que una economía en retroceso no desembocara en otra crisis?La política de la entidad que conduce Martín Redrado sirvió para apartar a los grandes especuladores del juego. Pero en los últimos días, aun con el dólar a 3,08, las colas de los ahorristas en las casas de cambio continuaban. “Está barato, es un buen momento para comprar”, era la frase más repetida entre los demandantes del billete.¿Por qué con el dólar en baja la clase media sigue comprando? Desde principios de año, la divisa cayó un 2%, frente a plazos fijos que en el mismo período mejoraron los ahorros en un 6%, y una inflación en el mismo período superior al 10 por ciento. ¿No se dan cuenta de que con el dólar los ahorros pierden poder de compra? Una interpretación es que nadie cree que un dólar a 3,08 sea sostenible en el tiempo. No sólo por las presiones de los industriales, que antes de la crisis del campo se quejaban de que la inflación había licuado la competitividad del dólar a 3,20 y reclamaban ajustes hacia arriba. Además, en los últimos tiempos los Kirchner se cansaron de pregonar las virtudes del dólar alto.Si los dólares agrícolas volvieran a llover sobre el país y el Banco Central reapareciera adquiriendo divisas para evitar un derrumbe mayor de la cotización, tal vez la confianza en el peso podría restablecerse. Y la economía logre escapar así del circulo vicioso de los últimos meses. Ya sea por expectativas inflacionarias, el enfriamiento de la economía o el ADN de crisis que predomina en los argentinos, el Gobierno necesita cerrar cuanto antes el capítulo del conflicto con el campo.
Rumbo a los 20 años.
Hace 2 meses
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